El bienestar psicológico infantil incluye su salud mental y emocional; es tan importante para su desarrollo como la salud física. Un buen bienestar psicológico da a los niños la mejor oportunidad de convertirse en adultos sanos y completos que tengan las habilidades necesarias para afrontar su día a día. Aprende más sobre qué puede afectar al bienestar psicológico de los niños y cómo podemos ayudarlos a sentirse bien.
En Neuraxpharm ofrecemos alternativas naturales para favorecer el bienestar psicológico infantil. Una vez que tu médico haya determinado sus necesidades específicas, podrá aconsejar el producto que mejor se adapte a sus necesidades y a su estado.
El bienestar psicológico es una parte esencial de la salud general de los niños. Tiene una relación directa con su salud física y su capacidad para desenvolverse bien en el colegio, las relaciones y la vida cotidiana en general.
El bienestar psicológico de un niño puede verse influido por una serie de factores, como su vida familiar y escolar y el entorno en general. La salud mental y física están estrechamente vinculadas, y los problemas en una de ellas pueden dar lugar a problemas en la otra; por ejemplo, un niño que está de mal humor puede no salir a jugar con sus amigos y, a su vez, no hacer el ejercicio que necesita para mantenerse sano y en forma.
Los niños pueden sufrir una serie de problemas de bienestar mental y emocional que pueden manifestarse como bajo estado de ánimo, dificultad para concentrarse, irritabilidad, escasas habilidades sociales con amigos y familiares, signos de estrés y altos niveles de preocupación.
A veces pueden ser signos de una mala salud mental, y pueden afectar a la capacidad del niño para rendir bien en el colegio y socializarse, con un impacto generalmente negativo en su bienestar general y en su disfrute de la vida.
Hay una estrecha relación entre la salud física y la mental, tanto en los niños como en los adultos.
En concreto, los estudios han demostrado que puede haber una relación entre la salud digestiva de los niños y su salud mental. Los científicos dicen que el cuerpo tiene dos cerebros: uno en la cabeza y otro en el intestino. Ambos se desarrollan a partir del mismo tipo de tejido en la concepción. Posteriormente, una parte se convierte en el sistema nervioso central (el cerebro y la médula espinal) y la otra en el sistema nervioso entérico (el intestino). Ambos están controlados por las mismas hormonas y neurotransmisores; están conectados a través del nervio vago y están en constante comunicación entre sí. Esta conexión única se conoce como el «eje intestino-cerebro».
Las características de la microbiota intestinal (los microorganismos que viven en el intestino humano) pueden afectar al desarrollo del cerebro, el sistema inmunitario, los pulmones y el crecimiento. El desequilibrio de las bacterias intestinales se ha asociado a enfermedades en niños y adultos, como el autismo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, el asma y las alergias.
Uno de los neurotransmisores más importantes en la regulación y el control del estado de ánimo es la serotonina, a menudo denominada la «hormona de la felicidad». El intestino produce aproximadamente el 95 % de la serotonina del organismo, y los cambios en los niveles de serotonina afectan tanto al intestino como al cerebro.
Gracias al eje intestino-cerebro, el estrés también se asocia a cambios en las bacterias intestinales. Esto significa que las personas que sufren de estrés pueden ser más susceptibles al dolor, la hinchazón y otras molestias digestivas.
Cuando hay un desequilibrio en las bacterias intestinales, pueden afectar de manera muy variada a la salud del cuerpo y la mente.
Algunos niños también experimentan lo que se conoce como «trastorno de síntomas somáticos», en el que sienten dolor o malestar físico que no puede atribuirse a ningún trastorno médico, pero que puede estar causado por un malestar psicológico o emocional.
Sea cual sea la causa, la mala salud física puede impedir que los niños participen en las actividades que les gustan o hacer que se sientan diferentes a los demás niños, lo que puede afectar a su bienestar general. A su vez, el bajo estado de ánimo puede hacer que los niños decidan no participar en actividades que podrían mejorar su salud física y liberar endorfinas, que pueden mejorar el estado de ánimo.
Los niños pueden desarrollar las mismas condiciones de salud mental que los adultos, pero sus síntomas pueden ser distintos. La mayoría de los síntomas están relacionados con cambios persistentes en el comportamiento del niño.
Los signos de advertencia de que un niño puede tener malestar psicológico incluyen:
Al igual que en el caso de los adultos, las posibles causas y factores de riesgo de malestar psicológico en los niños pueden provenir tanto de sus genes como del entorno que les rodea.
Los niños pueden experimentar una mala salud mental ligada a sus genes si un determinado problema es hereditario (viene de familia).
El entorno familiar del niño también puede influir. Por ejemplo, los niños que viven en situación de pobreza o que sufren abandono, violencia doméstica o abusos serán especialmente vulnerables.
Los acontecimientos o cambios traumáticos, como el nacimiento de un nuevo hermano o hermana, un cambio de colegio o una mudanza, también pueden desencadenar problemas para algunos niños.
Los problemas de salud mental en la infancia afectan a muchas familias; sin embargo, algunas pueden estar más expuestas debido a sus circunstancias de vida o a influencias externas. Los posibles factores de riesgo para los niños incluyen:
Es importante que apoyemos a los niños que sufren malestar psicológico, ya que sus efectos pueden tener un impacto a largo plazo en su desarrollo y en sus oportunidades en la vida. Al hacerlo, podemos ayudarles a afrontar mejor las cuestiones que les causan problemas en casa, en el colegio y en sus relaciones con los amigos y la familia.
La mayoría de los niños están rodeados de una comunidad de personas -familia, amigos, niñeras, cuidadores, profesores y otros profesionales que pueden estar atentos a cualquier señal de alarma y, en general, ayudar al bienestar mental y emocional del niño.
Si nos aseguramos de que el niño disfruta de relaciones positivas y gratificantes en su vida, podemos ayudarle a mantener un buen bienestar psicológico. Las formas en que podemos ayudarle incluyen:
Si te preocupa algún cambio persistente en el comportamiento de un niño, habla con otras personas de su entorno y comenta cualquier problema con un médico.
Todos los niños se beneficiarán de un estilo de vida general saludable que favorezca su bienestar físico, emocional y mental. Esto puede incluir:
Los padres, las familias, los amigos, los profesores y los profesionales de la salud, como un especialista en salud mental infantil, pueden ayudar a los niños que pueden correr el riesgo de sufrir malestar psicológico.
Escucharles y tomar en serio sus sentimientos es una de las mejores cosas que los padres pueden hacer para ayudar a sus hijos. Los padres pueden recurrir al apoyo de otras personas si sienten que su hijo está angustiado durante mucho tiempo, si esos sentimientos están afectando al disfrute diario del niño o si su comportamiento está afectando a la vida familiar.
A los padres que están preocupados por la salud mental de su hijo les puede resultar útil comentar sus experiencias con otros miembros de la familia, amigos y el círculo más amplio del niño para saber si ellos también han observado algún cambio de comportamiento. Los cambios se pueden comentar con el médico del niño.
El médico puede derivar al niño a un psicólogo u orientador para que evalúe su salud mental y emocional y disponga el apoyo o tratamiento necesario. Esto puede incluir terapia individual o familiar, ayuda del colegio del niño o programas comunitarios diseñados para apoyar a los jóvenes. Un logopeda también podría ayudar con cualquier problema de desarrollo.
Se está investigando el papel de la microbiota intestinal (el ecosistema de microorganismos del tracto gastrointestinal) como modulador del cerebro y el comportamiento. Se cree que los periodos de cambio en la microbiota coinciden con el desarrollo de otros sistemas del organismo y, en particular, del cerebro y del eje microbiota-intestino-cerebro. Por ello, los investigadores han estudiado la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias de modulación de la microbiota en los primeros años de vida para favorecer el neurodesarrollo.
También se ha demostrado que los efectos del «estrés tóxico» (por ejemplo, cuando un niño experimenta abusos físicos o emocionales) alteran el desarrollo de la arquitectura del cerebro y otros sistemas de órganos y aumentan el riesgo de enfermedades relacionadas con el estrés y el deterioro cognitivo. El estrés tóxico en la infancia puede provocar retrasos en el desarrollo y problemas de salud posteriores, como enfermedades cardíacas, diabetes, abuso de sustancias y depresión..
Numerosas investigaciones sugieren que unas relaciones afectivas, receptivas y fiables pueden ayudar a curar a los niños pequeños que han sufrido abandono.
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